Apenas han pasado 48 horas
de la celebración del evento que desembocó en la gestación de este viaje; la
boda de Rubén y May y de todos los fastos que lo han acompañado. La primavera
parece despuntar en Madrid después de un invierno largo y oscuro y actúa como
catalizador en la Terminal 1 del aeropuerto de Barajas dónde una gran fila de
personas aguarda pacientemente su turno en el mostrador de facturación de
Wizzair.
Después de los trámites tediosos y que se repiten a modo de ritual antes de cada vuelo (facturación, control de seguridad, embarque…) la aeronave despega con cierto retraso pero llega al destino, Budapest, prácticamente en hora. El vuelo impecable salvo por un aterrizaje algo brusco, como si quisiera ponernos alerta y en guardia para todo lo que nos queda por delante en los próximos ocho días. Lo que más me gusta de los aeropuertos “pequeños” es la facilidad y rapidez con la que uno recoge su equipaje y este es el caso del aeropuerto Ferenc Listz de Budapest; apenas hay que esperar un minuto para que la cinta transportadora comience a vomitar maletas. Justo al abandonar la sala de equipajes recojo un puñado de mapas gratuitos de la ciudad, convenientemente dispuestos en una columna del recinto; nos vendrán bien para situarnos durante todos estos días.
Nada más salir por la puerta del vestíbulo un hombre alto y con bigote cano sujeta un cartel con mi nombre. Me presento y le saludo a la vez que le pido dos minutos para poder retirar efectivo en moneda local de un cajero que existe en el mencionado vestíbulo (OPT Bank).
Nos acompaña hasta el exterior y nos indica que un hombre bajito y con bigote recogerá a los 4 que vamos al apartamento de Nádor utca y que él mismo transportará a los otros 6 que se dirigen al apartamento de Semmelweis utca. Al separarnos acordamos contactar una vez lleguemos a nuestros respectivos alojamientos.
Pasada la media noche y después de una carrera veloz del taxi por la vía de comunicación que une el aeropuerto con la ciudad el llamativo tejado de color verde y la imponente fachada del edificio del Museo de las Artes Aplicadas de Budapest (Iparművészeti Múzeum) en el número 33-37 de Üllői utca nos pone sobre aviso; estamos entrando en el centro de Pest. Antes de girar en busca de nuestro destino tenemos una primera visión de la Basílica de San Esteban (Szent István Bazilika) iluminada, con su enorme cúpula redonda flanqueada por dos torres a modo de centinela.
Nádor utca
discurre paralela al río, en una zona en la que las calles forman líneas
perpendiculares y su número 14, que es a dónde nos dirigimos, dista apenas un
paseo a pie de 3 minutos de la Basílica de San Esteban y del estribo este del
Puente de las Cadenas (Széchenyi Lánchíd) y también a un corto paseo del
edificio del Parlamento de Budapest (Orszaghaz). Cuando pago con un billete de
20.000 HUF al taxista, éste casi sufre una apoplejía. Me encojo de hombros: “no
change”; son los billetes que ha escupido el cajero, intentó explicarle en
inglés. Esto le hace enfadar aún más: “no change in midnight” masculla mientras
señala hacia todas las direcciones de la desierta calle. Al final, después de
su puesta en escena, rebusca en su cartera y encuentra el cambio necesario.
Marcamos en el telefonillo
el número que nos habían dado de referencia y nos abren la puerta. El gran
portón de acceso a la finca desemboca en un patio porticado que después se
ensancha en un enorme patio de luces. El ascensor “al aire” en el hueco de la
escalera destila un sabor rancio y parece haber estado dando servicio durante
muchísimas décadas lo que rápidamente nos convence de que estamos en un
edificio de época.
Después de arreglar el
tema del check in con Mónica y acordar fecha y hora para la devolución de
llaves y recogida de los 150 euros que le entregamos en concepto de fianza nos
acomodamos. El alojamiento es un coqueto y modernamente decorado apartamento
con salón-cocina americana, baño con jacuzzi y dos dormitorios dónde lo que más
impresiona es la altura de los techos, cercana a los 4 metros, y que da una
reconfortante sensación de amplitud. Nos sorprende el contraste entre la
modernidad y funcionalidad del interior con la austeridad de las zonas comunes
que están siendo objeto de rehabilitación como así lo indican las torres de
andamio del patio interior.
Accedemos a la WIFI del
apartamento y contactamos con nuestros 6 amigos alojados en Semmelweis utca a
través del Whatssap. Se han instalado ya y tampoco han tenido incidencias al
hacer el check in. Acordamos vernos en su apartamento al día siguiente, para
desayunar todos juntos.


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