domingo, 28 de abril de 2013

Budapest, ciudad de balnearios - (lunes, 15 de abril de 2013)

En estas latitudes la luz del sol se filtra por las cortinas en un horario más madrugador que en España, y prácticamente a las 05.30 se pueden ver los primeros atisbos de claridad. Siempre me sucede lo mismo cuando llego por la noche a un destino; a pesar del cansancio acumulado la excitación por arrancar el viaje es superior al sueño y acabo levantándome muy temprano. Mary, Óscar y yo mismo salimos a la calle en busca del supermercado CBA situado en la manzana contigua, había comprobado a través de su web que los horarios de apertura son muy amplios y no tienen nada que ver a lo que estamos acostumbrados en España.

En irreprimible la curiosidad que se experimenta al deambular por los pasillos de un supermercado de otro país, aunque nos centramos en el asunto de comprar víveres para poder abastecer las neveras de ambos apartamentos para los desayunos de las próximas jornadas. Tras una parada breve y rápida en el apartamento de Nádor utca, como si se tratara de un repostaje de la Fórmula 1, nos encaminamos hacia el lugar dónde el resto de nuestro grupo ha pernoctado.

El edificio se ubica también en una zona muy céntrica de Pest, al lado de la estación de DeáK Ferenc Ter (única donde confluyen las tres línea de Metro) pero el estilo y el corte de la arquitectura es algo distinta, caótica. A las 08.00 el apartamento de Semmelweis es un hervidero de actividad y el ambiente enloquece más aún con nuestra llegada y sobre todo por el desembarco de las viandas para el desayuno. En un rato tenemos la mesa preparada y lista para tomar unas tostadas, galletas, zumos y café. No podemos entretenernos porque la primera visita la tenemos programada para las 09.00.

Abandonamos el edificio de decadente y comunista aspecto exterior a través de un patio de luces que comunica con la amplia avenida Károly Korut, y en la fachada que da a esta calle nos topamos con un supermercado SPAR. Comentamos que su ubicación es perfecta por si surge cualquier necesidad para los inquilinos del apartamento de Semmelweis utca. No tardamos en dar uso a alguno de los mapas que nos agenciamos la noche anterior en el aeropuerto y ponemos rumbo a la Andrassy utca. Esta avenida es un bulevar emblemático de Budapest que se remonta al año 1872 y que une la Erzsébet tér (Plaza Isabel) con el Városliget (Parque de la Ciudad). Flanqueada por casas y palacios neorrenacentistas eclécticos que presentan bellas fachadas, escaleras e interiores, fue reconocida como Patrimonio de la Humanidad en 2002. En su parte más cercana al centro de Pest alberga gran cantidad de boutiques de moda y comercios. En el día de hoy actuará como eje director de nuestra primera toma de contacto con Pest.



A la altura del número 22 de Andrassy utca se levanta el edificio de la Ópera Nacional de Hungría (Magyar Állami Operahá). Me adelanto al grupo y veo una larga fila que aguarda para sacar las entradas. Gracias a las explicaciones y al mapa recibido al reservar la visita vía online (ver Preparativos antes del viaje) me dirijo a la puerta que se encuentra en la esquina derecha de la fachada y el acceso es directo, sin esperas y sin colas. Después de hacer el pago en efectivo, la guía en idioma castellano inicia la visita con su paleta de color morado en alto.


La Ópera de Budapest es uno de los grandes edificios de ópera europeos y cuenta con una de las mejores acústicas del mundo. Es sede de la Ópera Estatal de Hungría y fue diseñada por Miklos Ybl; el teatro en forma de herradura fue abierto en 1884 en presencia del Emperador Francisco José I y originalmente tuvo una capacidad para 2400 espectadores aunque posteriormente fue remozada y vio reducida su capacidad en 1980, actualmente puede albergar 1289 espectadores.


La visita se inicia a través del vestíbulo principal y se dirige a la platea donde tomamos asiento mientras nuestra guía transmite las oportunas explicaciones sobre el edificio, su construcción, su arquitectura, la disposición de los palcos, la dimensiones y forma de limpieza de la enorme lámpara de araña… Resulta impactante comprobar cómo para la decoración del auditorio se emplearon tres kilos de oro en polvo de 24 quilates que se impregnaron en los distintos objetos por medio de una técnica de carga electrostática. Debajo de las filas de asientos se ubican rejillas que originalmente servían para insuflar aire limpio y reciclar la atmósfera en el interior del edificio. Y presidiendo todo el auditorio los impresionantes frescos de Lotz Karoly que representan escenas del Olimpo y de los dioses griegos



A continuación se pasa a un palco privado, adjunto al palco principal desde el que se comprueba la inmensidad del escenario, con más de 40 metros de profundidad; precisamente en él trabajan a destajo un grupo de operarios montando y desmontando decorados para la función de esa misma noche. La visita continúa en diversas estancias como una sala de recepciones que da directamente al palco presidencial y que hoy prácticamente siempre aparece vacío en las representaciones ya que el presidente de la República no suele acudir. Más tarde se accede a la inmensa sala que sirve en la actualidad de cafetería dónde destacan las pinturas de las bóvedas y desde ahí al corredor de los fumadores. Nos cuenta la guía que originalmente se formaba tal humareda en el interior de ese corredor que lo convertía en lugar idóneo para los encuentros fortuitos de los amantes, ya que gozaban de mayor “intimidad”.




La construcción del edificio fue concebida para emplear materiales húngaros en su mayor parte aunque se utilizaron algunos de otras procedencias; resulta llamativo ver cómo dentro del edificio la paleta de colores de los mármoles empleados es variadísima. La visita concluye en la escalera principal dónde se ubica la estatua del arquitecto del imponente edificio.



Salimos a la calle y observamos con detenimiento la fachada del edificio decorada con esculturas de famosos músicos y compositores, ya que con las prisas del acceso nos resultó imposible. Frente a la Ópera, al otro lado de la Andrassy utca, se levanta otro edificio que bien merece la pena nombrar: la Casa Dreschler, diseñada por el maestro del art noveau Ödön Lechner (1882).






La siguiente etapa nos lleva a pasear por Hajós utca, una estrecha calle perpendicular a Andrassy, plagada de restaurantes y carnicerías tradicionales en las que degustar algunas de las especialidades húngaras, que va a desembocar en Bajcsy-Zsilinszky, una de las arterias principales de Pest y que al igual que Andrassy arranca de Erzsébet tér (Plaza Isabel) pero en dirección norte. Después de recorrer un pequeño tramo de calle llegamos a la confluencia de avenidas donde se ubica Nyugati pályaudvar (Estación Oeste). Se trata de un edificio llamativo y característico ya que su proyecto se debe a la Compañía Eiffel de Paris. Entramos en la estación y admiramos las enormes celosías metálicas y el acristalamiento, cuyo conjunto crea un espacio abierto y luminoso en el interior.




Desde este cruce de avenidas encaminamos nuestros pasos a Váci utca y dejamos a nuestra derecha un enorme centro comercial, el West End City Center, que se anexa parcialmente a la estación de ferrocarril que acabamos de visitar. Apenas unos minutos después y tras rodear la Iglesia de Santa Margarita de Árpad (Árpád-házi Szent Margit-templom) divisamos el Mercado Lehel (Lehel Csarnok). El edificio que lo alberga tiene una arquitectura a caballo entre un templo griego y un barco que cuanto menos hace que resulte estrafalario a primera vista. Es un mercado frecuentado por húngaros y en el que es difícil encontrar hordas de turistas.



La planta baja alberga los puestos de venta de comida y los colores de las frutas y la paprika sobresalen sobre el resto de puestos donde también predominan las carnicerías. En la planta alta se posicionan las tiendas de ropa, menaje y alguna que otra peluquería y locales de servicios. Después de recorrer el interior del mercado y observar las costumbres y forma de vida de los húngaros autóctonos decidimos que ha llegado el momento de tomarnos la primera cerveza (330 HUF-1/2 litro) en tierras magiares. Elegimos un puesto de la planta baja, Pikolo Söröző, con una pequeña barra y un tirador de Borsodi, una de las marcas de cerveza originales del país.


 

Aquí no se lleva eso de que acompañen la cerveza con una tapa así que si uno no come corre el riesgo de emborracharse rápidamente. Esto se soluciona haciendo uso de uno de los puestos de comida rápida que existen en el mercado y aprovechamos para tomar la primera especialidad de la cocina húngara; los lángos. Se trata de tortas hechas de masa de patata que se fríen en aceite y a las que se les añade una crema agria y queso a modo de “topping” (350 HUF la unidad).


Cuando degustamos nuestro tentempié una señora acompañada de un grupo de hombres de color se nos acerca y nos pregunta si somos españoles, evidentemente nos ha oído hablar. Nos dice que forman parte de un grupo de góspel procedente de Angola (Aba Taano) y que están en Budapest porque actúan en la capital de Hungría y a finales de abril también lo harán en Madrid. Charlamos brevemente con ella y le contamos el motivo de nuestro viaje, la celebración de la luna de miel de Rubén y May. Nos despedimos y siguen su camino mientras continuamos con nuestras cervezas.




A los 5 minutos el peculiar y heterogéneo grupo vuelve a pasar delante de nosotros y la señora nos dice que quieren hacernos un regalo, especialmente a los recién casados. Y sin más comienzan a cantar “a capella”. Un guardia de seguridad del mercado que anteriormente había dicho a Óscar que no se podía filmar con videocámara se acerca al escuchar el alboroto. Parece ablandarse y al comprobar el inofensivo canto del grupo musical les deja terminar.

A la salida del mercado una señora aborda a Javier, es húngara pero habla castellano y parece estar puesta al día de la situación económica de España y de los affaires de la prensa rosa, charlan con ella durante un rato de manera agradable. Una cosa está clara, por aquí hay más gente que nos entiende de la que podíamos imaginar a priori. Volvemos sobre nuestros pasos hacia la estación de Nyugati pályaudvar buscando unos aseos pero no hay fortuna. Al lado de la estación se sitúa un McDonald´s en el interior de un majestuoso edificio que bien merece la pena parar y echar un vistazo, y de paso intentar usar sus aseos pero no hay suerte, se abren con código que sólo facilitan a los clientes. Es difícil imaginar un restaurante de esta cadena en un recinto más suntuoso que este.


Caminamos a lo largo de Teréz körút pasando por la plaza de Oktogon (cruce con Andrassy utca) y después continuamos hasta llegar al cruce con Király utca, punto en el que la calle se transforma en Erzsébet körút. Se trata de avenidas con varios carriles para el tráfico rodado y anchas aceras para el tránsito peatonal y que ayudan a vertebrar el tráfico de la ciudad. Llegamos a nuestro objetivo, el Café New York. No tenemos intención de tomarnos nada allí pero si admirar su interior de fantasía. El truco está en acceder a través de la recepción del Hotel Boscolo (el edificio que lo alberga merece una parada para contemplar su fachada), al que pertenece el café. Así lo hacemos y tenemos ocasión de ver los interiores profusamente decorados con detalles de época, no falta detalle, ni siquiera un pianista que adormece el ambiente con sus suaves melodías.


Se aproxima la hora de la comida, que en centroeuropa siempre es más temprana que en el sur del continente. La primera intención es comer en un restaurante de la cercana Klauzál tér pero el sitio está cerrado. No muy lejos de allí tengo buenas referencias del Menza, en el paseo peatonal Listz Ferenc tér. El local tiene en su interior una decoración moderna pero con aire retro y un gran ambiente con gran cantidad de húngaros charlando animadamente mientras comen. La elección es sencilla; menú del día para todos a un precio de 990 HUF (3,40 euros) y que consiste en una sopa-crema con una textura parecida a una vichysoisse y de segundo patatas guisadas con salchichas Debrecziner y aderezadas con paprika (pimentón).




Acompañamos la comida con jarras de 1/2 litro de cerveza de la casa, que aunque no es especialmente barata (650 HUF) para el estándar húngaro sí hay que reconocer que merece la pena. Se puede pagar con tarjeta y el servicio (10%) viene incluido en la cuenta por lo que no consideramos dejar propina. Un detalle curioso de este restaurante es que todo su personal calza zapatillas de la marca Tisza, de origen húngaro y todo un icono durante la época comunista.

Al terminar de comer aprovechamos que una de las sucursales de la Oficina de Turismo de Budapest se ubica en el bulevar de Listz Ferenc tér (Liszt Ferenc tér, 1061 Budapest, Andrássy utca 47. Horario: 12–20) para recoger algunos mapas más y folletos informativos sobre la ciudad. A escasos metros, en la principal Andrassy utca, existe un café del que tengo buenas referencias por lo que nos decidimos por esa opción. En realidad no es una cafetería al uso, se trata de un edificio, el Alexandra, que alberga una librería en dos de sus plantas, una galería de arte y en la última es también café. El acceso entre plantas se realiza mediante escaleras mecánicas.


El café es amplísimo, con techos muy altos y con una decoración que bien merece la pena pasar un largo rato de asueto mientras se charla, se lee un libro o simplemente se observan los detalles del interior de la cafetería. Aparte de los consabidos cafés hacemos una primera inmersión en la repostería húngara y seleccionamos varias porciones de pasteles y tartas para compartir y realizar una degustación de las mismas; entre ellas destaca la Dobos torta. El sitio es agradable, alejado del bullicio de la gran avenida en la que se ubica y los precios bastantes más asequibles que otras cafeterías de la misma zona. Pagamos por 10 cafés y 5 porciones de tarta 8.860 HUF (al cambio unos 30 euros).



Muy cerca de la cafetería se encuentra el cruce perpendicular de Nagymező utca con Andrassy utca y que es conocido como el Broadway de Pest porque en él se concentran varios teatros. En esta zona también resulta llamativa una estatua en honor de Géza Hofi, actor y comediante húngaro, en la que una calavera porta su cabeza. Arrancamos nuestra marcha hacia Oktogon, por donde ya hemos pasado esta mañana pero cortando Andrassy utca en nuestro caminar. Es una plaza que recibe este nombre por el dibujo en planta que forman en ella sus edificios, en forma de octógono. En este punto retiro efectivo de un cajero CITIBANK y trato de comprar bonos de 10 viajes para el metro; están agotados así que tendremos que probar suerte en otra estación.




Un poco más adelante y después de atravesar Oktogon se empieza a apreciar una mayor anchura en la avenida; pasamos por delante de la fachada de la llamada “Casa del Terror” y que alberga un museo dedicado a los periodos de totalitarismo que sufrió la capital de Hungría en el siglo XX: el fascismo y el comunismo.

Después de un largo paseo al final de Andrassy vislumbramos la llamada Plaza de los Héroes (Hősök tere). Esta plaza conmemora el milenario de la fundación de Hungría y en ella se eleva un Monumento del Milenio que representa las 7 tribus magiares fundadoras del país allá por el siglo IX. A ambos lados de la plaza se encuentran dos importantes museos: a la izquierda de la plaza según miramos el monumento de frente está el Museo de las Bellas Artes de Budapest (Szépművészeti Múzeum) y a la derecha el Palacio del Arte o Museo de Exposiciones Artísticas (Műcsarnok). Este lugar tan icónico en la ciudad de Budapest es antesala al acceso al Parque de la Ciudad (Varosliget).




Paseamos por el parque girando a la derecha para entrar en el conocido como Castillo de Vajdahunyad (Vajdahunyad vára), representación arquitectónica que tenía el ambicioso propósito de recopilar en un único lugar todos los estilos que se han empleado a la largo de la historia del país. Desde aquí enfilamos la entrada al Balneario Szechenyi (Széchenyi-gyógyfürdő), situado dentro del parque, al que llegamos por su puerta trasera (la que apunta hacia el corazón de la zona verde). Se trata del mayor complejo balneario de toda Europa y representa fielmente la devoción que se profesa en esta ciudad hacia las aguas termales.






Hemos llegado con algo de antelación (20 minutos) sobre la hora en la que es posible obtener las entradas de precio reducido y que son válidas a partir de las 17.00 como se puede comprobar en su página web. En las taquillas no nos las venden hasta esa hora; cosa que nos resulta extraña, así que hacemos tiempo en el hall principal mientras vemos pasar a bañistas calzando chanclas y envueltos en albornoces. Llegada la hora compramos las entradas (3.800 HUF) que permiten la utilización de las piscinas y saunas interiores hasta su cierre a las 19.00 y de las exteriores hasta el cierre de la instalación a las 22.00.




Cuando tratamos de acceder por los tornos más próximos a las taquillas en las que acabamos de sacar las entradas nos recomiendan que rodeemos el edificio y entremos por el acceso principal puesto que en esta zona a las 18.30 se obliga a la gente a desalojar los vestuarios y hay que desplazarse a la otra ala del balneario. Incomprensible, y menos cuando nos han hecho esperar en las taquillas 20 minutos a que fuera la hora marcada; podrían habernos mandado directamente a las taquillas principales (la más próximas al zoológico) y habríamos ahorrado tiempo. Así que el mejor consejo que se puede dar a futuros visitantes es que accedan por las taquillas principales del recinto ubicadas en la fachada que mira hacia fuera del parque.

Con la entrada nos facilitan una pulsera que mediante un código magnético abre y cierra la taquilla que elijamos para depositar nuestras pertenencias. En la planta del sótano del edificio existe un auténtico avispero de recovecos donde se alojan las duchas, los vestuarios, las taquillas pero pronto nos familiarizamos con todo ello. Pasamos casi dos horas en las piscinas interiores, con vasos a distintas temperaturas y en las saunas que se intercalan entre estas piscinas.


Antes de las 19.00 de la tarde salimos al exterior y disfrutamos de las piscinas al aire libre. Existen 3; la central para practicar el nado libre, y dos laterales. En una de ellas se pueden presenciar y disputar partidas de ajedrez contra otros bañistas, siempre dentro del agua. En la otra piscina lateral hay un circuito de agua en movimiento y una serie de chorros que se activan intermitente para los que tengan un espíritu más inquieto.






Cuando empieza a caer la noche estamos tan arrugados por llevar tanto tiempo en remojo que optamos por abandonar el agua no sin antes maravillarnos ante la contemplación de la majestuosa instalación bajo la iluminación nocturna. En los vestuarios hacemos uso de un invento que hasta ahora no habíamos visto, una centrifugadora para bañadores y toallas, muy útil para guardar estas prendas ya semi-secas en nuestras mochilas.

Al salir del complejo del balneario localizamos en su parte Oeste la estación de Metro que lleva el nombre de los baños (Széchenyi fürdő) y que pertenece a la línea amarilla, la que recorre por completo el subsuelo de Andrassy utca. Desde aquí llegamos en apenas 5 minutos hasta Oktogon con la intención de buscar un sitio para cenar.



Hacemos varias intentonas pero por diversos motivos no encontramos nada que nos satisfaga: sólo sirven cervezas pero nada de picar, ofrecen comida rápida pero hay que estar de pie, el local es muy pequeño, están a punto de cerrar. Este es uno de los inconvenientes de ser un grupo tan grande (somos 10 personas) y de no haber previsto que es lunes y que los horarios de cena aquí se adelantan para lo que es normal en España.

Podíamos haber terminado en el Burguer King de Oktogon (con una decoración propia de los años 60 y uno de los más grandes del mundo) pero no hay consenso así que entramos en el restaurante italiano Pizza Eataliano en un número cercano a la plaza antes mencionada y dentro de Andrassy utca. Sabemos de antemano que no va a ser la mejor elección, pero no hay muchas más opciones. Después de una espera prolongada al fin llegan las pizzas; al menos están buenas y las acompañamos con cerveza Dreher en botella. El precio es bajo para el estándar español pero alto para el húngaro (casi 11 euros cena-bebida por persona). Seguro que aprendemos la lección para jornadas venideras y adaptamos nuestra cena al horario local.


Son más de las 23.00 y ya sólo nos queda recorrer la iluminada y casi desértica Andrassy utca con rumbo hacia nuestros apartamentos; volvemos a pasar frente a la fachada del edificio de la Ópera que en la oscuridad de la noche refulge de manera especial. El día ha sido largo, hemos caminado bastante y hemos visto buena parte de la zona de Pest más alejada del Danubio. Mañana veremos el río por primera vez, pero desde una perspectiva distinta.




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