A las 09.00 recibimos en
el apartamento de Nádor utca la comitiva proveniente de Semmelweis, a la que
esta madrugada y llegados desde Praga vía autobús, se han unido Isabel y Matt.
Todos nos ponemos en marcha y en la calle buscamos el trazado más corto para
buscar la orilla del río de tal manera que accedemos a ella en un punto próximo
al norte del Puente de las Cadenas, justo en Széchenyi István tér, también conocida como
Roosevelt tér (zona ajardinada cercana al mencionado Puente).
Mientras nos ponemos al día con los recién incorporados al grupo bordeamos la fachada principal de la Biblioteca de la Academia Húngara de Ciencias y comenzamos a caminar paralelos al río buscando la figura del Parlamento cuya silueta aparece recortada en su fachada sur por la presencia de algunos andamios que están siendo empleados para dar un lavado de cara al edificio. Nos detenemos a la altura del Monumento de los Zapatos (en el cruce de Széchenyi rakpart-paralela al río y Zoltán utca-perpendicular al río), recordatorio perpetuo y silencioso a las víctimas judías de la II Guerra Mundial y que parecen esperar la vuelta de sus dueños de esas aguas a las que una vez fueron arrojados tras ser fusilados (eran atados por parejas y se disparaba a uno de ellos para que arrastrara al otro al fondo). Si uno se detiene y medita lo que representan y lo que allí sucedió es imposible que la conciencia quede indiferente ante tal atrocidad.
Parece que toda la zona aledaña al Parlamento está de obras porque nos resulta imposible acceder a ella debido a las vallas de obra que cortan el paso por lo que finalmente hemos de rodear por completo el edificio y su parte exterior lo que nos depara una de las estampas más bonitas que se pueden ver. Uno se siente minúsculo mientras camina bajo la fachada principal de estilo neogótico y examina el detalle de la misma y la inmensidad de la construcción; para poner en perspectiva real este edificio hay que verlo muy de cerca y rodearlo caminando.
Los trabajos en la Kossuth Lajos tér (plaza en la que se ubica el edificio del Parlamento), a pesar de ser sábado, son frenéticos y existen operarios y maquinaria por todos los lados haciendo preparativos para labores de asfaltado. Lonas con la imagen del Parlamento tratan de aminorar la frialdad y el aspecto postapocalíptico que la plaza transmite con las obras que en ella se desarrollan y que deslucen el entorno del edificio. Todo esto hace que tengamos que buscar un paso habilitado para acceder a la entrada de visitantes, cosa que conseguimos tras pasar por la fachada del majestuoso edificio del Museo Etnográfico (Néprajzi Múzeum). Localizamos la puerta X, que es la que indican los billetes comprados con antelación como punto de acceso para visitantes. Son las 10.00 y hay que buscar las pocas sombras que hay con astucia porque el sol caliente fuerte a estas horas.
Después de preguntar a una persona de información nos dice que nuestro grupo (con entrada a las 10.15 ha de esperar a su llamada - ver Preparativos antes del viaje). No sé qué tipo de control llevarán sobre la gente que accede y si con este caos (imagino que consecuencia de las obras) cuentan los visitantes que acceden, pero lo cierto es que muestro las entradas impresas para 12 personas pero ni se detienen a contar a los componentes del grupo. Compartimos visita con otros españoles junto a los que esperamos en un soportal del edificio, a resguardo del sol, hasta pasar por un control de seguridad en el acceso al interior.
Nuestra guía, mujer de mediana edad y nativa húngara, se esfuerza por hablar un castellano forzado pero se hace entender con cierta soltura. La visita se inicia junto a la escalera principal en cuyos pies se sitúa una maqueta a escala del Parlamento de Budapest (Országház), edificio que fue construido para conmemorar el milenio de la fundación de Hungría. El ascenso a la escalera y la llegada a su parte alta son sobrecogedoras por la inmensidad de la estancia y la belleza que desprende. Existe un busto a mitad de escalera del arquitecto del edificio, Imre Steindl, que murió poco antes de acabar las obras.
La siguiente parada es más impactante aún, se trata de la Sala de la Cúpula en la aparece expuesta la corona empleada en el acto de entronización de su monarca Esteban; dos guardias la custodian a ambos lados y se intercambian las posiciones cada 5 minutos en un acto coordinado en el que blanden sus sables. Lo más llamativo de esta sala son las 16 figuras de monarcas que la rodean (con la de su primer rey Esteban I frente a la escalera principal) y que sirven para que la guía nos repase la historia del país que antiguamente fue parte integrante del Imperio Austro-Húngaro (ese es el motivo de la inmensidad del Parlamento en comparación con el tamaño actual de Hungría). Otro dato que impresiona es la altura de la cúpula y de su falso techo, con altura suficiente en el interior del mencionado falso techo para albergar un edificio de diez plantas.
La visita continúa en la
sala que actualmente se emplea para las ruedas de prensa y donde, de manera
habitual, trabajan los medios de comunicación que cubren la información política
de la actividad del Parlamento Húngaro. Como antesala a la entrada de la
Antigua Cámara Alta (la que se emplea actualmente idéntica a ésta se halla en
el otro ala del edificio) la guía nos muestra un detalle original de la
construcción, unos soportes metálicos numerados donde los antiguos congresistas
dejaban sus puros antes de entrar en los plenos. El hemiciclo es bárbaro en
cuanto a belleza y decoración y constituye una muestra suprema de arquitectura
y de diseño. Llama la atención particularmente el antiguo sistema de
calefacción y refrigeración que se empleaba en la inmensa edificación y que a
través de un sistema de tuberías transportaba a su interior desde una distancia
lejana el aire frío en verano (se utilizaban enormes masas de hielo para enfriarlo
en una sala de calderas) y el aire caliente en invierno.
No se visitan más estancias porque el edificio es completamente simétrico y por lo tanto la otra mitad es idéntica. Mientras abandonamos uno de los emblemas nacionales húngaros comentamos la grandiosidad del edificio y la belleza y armonía de sus formas. Atravesamos el infierno de obras de la Plaza Kossuth Lajos y hacemos un alto en la representativa estatua de Imre Nagy, que mira hacia el Parlamento. Imre Nagy fue un político húngaro que llegó a ser el Jefe de Gobierno comunista reformador en Hungría y que fue ejecutado en 1958 tras varios años de encarcelamiento, junto con sus colaboradores y miles de ciudadanos por participar en el levantamiento de 1956. El calor a estas horas se intensifica y es buen momento para parar en la Tulipán Eszpresszó (Nádor utca, 34) a tomarse una cerveza acompañada de unos minibocadillos que hemos preparado con las cosas que ayer compramos en el supermercado y no llegamos a cenar.
Salimos al exterior y nuestros pasos se dirigen hacia la Plaza Szabadság (Szabadság tér), zona verde flanqueada por edificios imperiales donde los húngaros, disfrutando de una mañana de sábado de asueto, se mezclan con los turistas. Enfilamos Október 6 utca (paralela al Danubio) en dirección sur hasta llegar a la perpendicular Zrínyi utca que directamente nos lleva a la Plaza de San Esteban (Szent István tér), enorme espacio abierto y empedrado que permite deleitarse con la impresionante fachada principal de la Basílica de San Esteban (Szent István-bazilika). Multitud de personas (en su mayoría turistas) dan la apariencia de ser hormigas que se congregan en torno al mastodóntico edificio (el edificio religioso más grande de Hungría, con capacidad para 8.500 fieles).
Tras pagar una entrada de 600 HUF accedemos a la cúpula (alcanza los 96 m de altura, como la del Parlamento) para obtener unas románticas vistas de toda la ciudad y en especial de Pest. Desde aquí se identifica claramente el tejado de color verde del Museo de Artes Aplicadas (Iparművészeti Múzeum), edificio de estilo “secesión” con apariencia de palacio. En la lejanía se adivina el monumento de la Plaza de los Héroes donde estuvimos el pasado lunes. Estas vistas nos permiten corroborar algo que ya hemos podido comprobar; las enormes distancias que se recorren en Budapest para llegar a los distintos puntos de interés.
Nos reunimos en el acceso al interior de la Basílica y un tipo nos “avisa” que hay que dejar un donativo, y así lo hago, pero le parece insuficiente porque dice que somos un grupo grande y me agarra del brazo intentando detenerme. Le digo que el donativo es voluntario y ya lo he efectuado, que si quieren cobrar entrada que lo avisen claramente y entonces los visitantes decidirán libremente si quieren o no pagar y acceder. El tipo, malhumorado, comienza a farfullar mientras nos adentramos en el templo. No entiendo este tipo de cosas, si quieren cobrar que lo hagan pero que no pidan “donativos voluntarios” que luego te exigen con vehemencia.
Se agradece la temperatura
en el interior del templo que contemplamos sentados en alguno de sus bancos de
madera. En una sala cuyo acceso está claramente señalizado en la parte
izquierda de la nave principal se encuentra una reliquia de gran importancia
para el país: la mano derecha de Esteban I
(su primer monarca, que abrazó el cristianismo, y coronado por este motivo como
rey por el Papa).
Volvemos a reagruparnos en la escalinata de la fachada principal y desde aquí iniciamos un paseo por una zona que los que nos alojamos en el apartamento de Nádor utca conocemos bien y que bordeando Erzsébet tér nos conduce a la Plaza Vörösmarty (Vörösmarty ter), lugar emblemático de la zona peatonal de Pest y por donde siempre se acaba pasando. Aquí hacemos un alto en el recorrido para descender al subsuelo y visitar la estación de metro de Vörösmarty tér (línea amarilla-M1), construida en 1903 y que aún conserva las paredes alicatadas y las taquillas de madera originales.
Volvemos a reagruparnos en la escalinata de la fachada principal y desde aquí iniciamos un paseo por una zona que los que nos alojamos en el apartamento de Nádor utca conocemos bien y que bordeando Erzsébet tér nos conduce a la Plaza Vörösmarty (Vörösmarty ter), lugar emblemático de la zona peatonal de Pest y por donde siempre se acaba pasando. Aquí hacemos un alto en el recorrido para descender al subsuelo y visitar la estación de metro de Vörösmarty tér (línea amarilla-M1), construida en 1903 y que aún conserva las paredes alicatadas y las taquillas de madera originales.
Arrancamos un paseo por Váci utca, la calle peatonal, comercial y turística más importante de la ciudad que un sábado a esas horas es un hervidero de gente. Pasamos frente a la fachada de la Casa Thonet, que tiene como elemento distintivo escamas de cerámica en su cara principal. Váci utca cruza varias calles hasta morir en Vámház körút, justo frente a la fachada de ladrillo del enorme edificio que aloja el Mercado Central (Nagyvasarcsarnok), hoy abarrotado de gente. El interior del edificio abruma por su tamaño, por su diseño con increíbles celosías metálicas y también por el gentío que lo llena.
Vamos directamente a la planta alta que alberga los puestos de comida y se convierte en un infierno avanzar por su pasillo principal atestado de turistas y húngaros. Conseguimos hacernos hueco en unas mesas altas y mientras pedimos en uno de los puestos Marta y May entablan conversación con unos nativos que han vivido en España y que les dan indicaciones de las cosas típicas que se pueden degustar aquí. Por suerte coinciden con lo que hemos pedido. Comemos al centro acompañado todo de cerveza en vasos de plástico de 1/2 litro. Degustamos sült kolbász, (el chorizo frito húngaro), con pan típico que nos servimos libremente de un cesto en la barra del local y székely káposzta (col agria con carne y tocino).
Como es sábado el mercado cierra sus puertas a las 15.00, disponemos de 45 minutos para curiosear y hacer algunas compras. Mientras el resto del grupo se dedica a dar una vuelta por el edificio Alberto, Mary y yo vamos a un cajero de CITIBANK cercano, ubicado en Váci utca, para retirar efectivo. De vuelta en el Mercado nos encargamos de comprar distintas variedades de salami- téliszalámi (dulces y ligeramente picantes) y de quesos típicos de Hungría (con hierbas, ahumados) para la cena que vamos a organizar en el apartamento de Semmelweis utca mañana domingo. A pesar de que bastantes puestos empiezan a recoger sus mostradores no cabe duda de que visitar este lugar supone toda una experiencia para los sentidos.
Nos reunimos en la puerta del Mercado y caminamos por Vámház körút hasta llegar a Kálvin ter, otro punto neurálgico de la ciudad, donde tomamos Múzeum körút para pasar frente a la columnata que recibe a los visitantes en la entrada del Museo Nacional Húngaro (Magyar Nemzeti Múzeum). Continuamos por Károly körút pasando por la boca de metro de Astoria (línea roja-M2) hasta llegar al cruce con Dohany utca, a cuya vuelta podemos ver el edificio de la Sinagoga Judía (Dohány utcai zsinagóga), la segunda más grande del mundo, superada únicamente por la de Jerusalem. En su parte posterior hay un patio protegido por una verja metálica a través de cuyos barrotes se puede contemplar el Árbol de la Vida, una escultura similar a un sauce llorón en el que cada hoja es una placa metálica que lleva escrita el nombre de un judío asesinado durante el Holocausto.
Tratamos infructuosamente de comprar algunos dulces en la pastelería de especialidades hebreas Frölich pero está cerrada al ser sábado (festivo para los judíos) por lo que terminamos tomando café en Spinoza Café ; compartimos algunas porciones de tartas entre las que sobresale la especialidad húngara, somlói galuska (pedazos de bizcocho, nuez, pasa remojada en ron, salsa de vainilla y chocolate). Desde aquí abandonamos el decadente y austero barrio judío para ir directos a comprar al supermercado SPAR situado en la misma finca del apartamento que ocupamos en Semmelweis pero cuyo escaparate da a Károly körút; nuestro objetivo son cervezas de marcas húngaras para llevarnos a España en la maleta y víveres para la cena que vamos a preparar el domingo.
Tras la descarga de la compra en el apartamento iniciamos un nuevo recorrido que nos llevará hasta el Monte Gellért (Gellért-hegy). Arrancamos en Kossuth Lajos utca para pasar por delante del escaparate del café Jegbufé donde clientes degustan algún postre típico de pie mientras ven a través de las cristaleras del local pasar la vida de Pest. La Iglesia Parroquial del Centro (Belvárosi Plebánia templom), que acoge los restos del Obispo Mártir Gellért, queda a nuestra derecha justo cuando entramos en el Puente Isabel (Erzsébet híd) que nos conduce directamente a la base de la colina Gellért. En este punto se eleva un monumento a la Reina Isabel, esposa del emperador Francisco José, y que tuvo gran popularidad entre los húngaros.
A través de un paso inferior cruzamos la carretera e iniciamos un ascenso lento y continuado hasta una primera parada que nos deja junto a la estatua del Obispo Gellért que contempla Pest desde la orilla opuesta del Danubio. Seguimos ascendiendo entre rampas y caminos de una zona arbolada hasta llegar a la base de la Ciudadela (Citadella). Nos tomamos un refrigerio para lo que compramos unas latas de cerveza en los puestos callejeros que aquí existen y observamos otra perspectiva de la ciudad que en esta ocasión se ve amenazada por nubes de tormenta en el horizonte, consecuencia del bochorno que se ha ido acumulando a lo largo de la jornada.
No podemos acceder al interior del recinto amurallado de la Ciudadela pero sí pasamos por algunas baterías de antiaéreos que quedan a los pies de su muralla como reminiscencia de la II Guerra Mundial. Desde la posición del Monumento a la Liberación (Szabadság Szobor) iniciamos el descenso por otro tramo de escaleras el complejo del Balneario Gellért, uno de los más famosos de la ciudad por ser imagen de spots publicitarios. Desde este punto, próximo al río, divisamos la entrada de la Iglesia Rupestre de Budapest (Szikla templom).
Aún hay luz solar y tenemos que hacer tiempo porque nuestra intención es recorrer con el tranvía número 19 o con el número 41V la orilla oeste del Danubio para ver la parte de Pest y sus edificios iluminados para acabar llegando a Batthyány tér, justo frente al Parlamento. Caminamos por Bartók Béla útca alejándonos del cauce fluvial para detenernos a tomar una cerveza en Nevada Pub, un lugar ambientado en el Far West.
Cuando salimos en la calle nos topamos de bruces con un problema hasta ahora inadvertido para nosotros. Disponemos de un bono de 10 billetes sencillos para usarlos en el tranvía, pero necesitamos 12. Después de varias consultas a transeúntes nos dicen que posiblemente vendan billetes en Móricz Zsigmond körtér pero tras caminar hasta allí, a estas horas la supuesta ventanilla está cerrada (hay obras en sus alrededores) y no somos capaces de encontrar un lugar donde nos vendan los billetes. Para evitar exponernos a la posible multa, Mary y yo que ya hemos realizado el recorrido parcialmente a pie el día que volvíamos de la excursión por el recodo del Danubio nos ofrecemos voluntarios para ir andando a la boca de Metro más cercana y reunirnos con el resto en el restaurante en el que tenemos reserva hecha para la cena.
Comenzamos a caminar y podemos presenciar la imagen iluminado del Hotel Gellért y del complejo del balneario; resulta más bella aún su estampa de noche. Tratamos sin resultado de obtener billetes en una máquina en la parada de tranvía de Szent Gellért tér pero está fuera de servicio. “Todo son facilidades para el turista a la hora de obtener títulos de transporte válidos y posibilitar que viajen de manera reglamentaria y no se expongan a multas”, reflexiono con ironía. La oscuridad ha cubierto por completo el cielo de Budapest y las luces han transformado la ciudad. Llegamos al Puente de la Libertad (Szabadság híd) que cruza el río para llegar directamente al Mercado Central donde hemos comido hoy; su estructura metálica de color verde refulge bajo la luz artificial. Me parece el más espectacular de los que hemos visto hasta ahora en la ciudad.
Mary y yo decidimos continuar con el paseo nocturno aprovechando la magnífica temperatura existente y la imagen sucesiva de los puentes sobre el Danubio nos motiva para hacerlo. El siguiente es el Puente de Isabel y mientras observamos los tirantes y su estructura metálica de color blanco el tranvía 19 pasa a nuestras espaldas. Unas voces que nos llaman denotan la presencia de nuestros compañeros en su interior; realizan el mismo recorrido que nosotros pero motorizados. La siguiente etapa nos lleva al Puente de las Cadenas donde los leones son testigos de nuestro paso.
El tramo hasta Batthyány tér ya nos resulta conocido y cuando descendemos al vestíbulo de la estación de metro nos encontramos al resto del grupo que acaba de concluir su sesión fotográfica con el edificio del parlamento como telón de fondo; nos unimos a ellos y todos juntos tomamos la línea roja-M2 rumbo a la parada de Kossuth Lajos tér. Hemos invertido 50 minutos en el paseo, y lo consideramos como tal, una inversión, porque ha merecido la pena hacer el recorrido a pie y poder obtener perspectivas y matices que desde el tranvía no se perciben.
Cuando salimos a la superficie de la estación de metro de Kossuth Lajos tér nos topamos con una panorámica lateral del Parlamento, que ahora vemos bajo el resplandor de los focos desde un punto de vista más cercano. Un paseo a pie por esta zona de Pest, hasta ahora inexplorada por nuestra parte, nos hace llegar hasta Sir Lancelot, el restaurante en el que cenaremos hoy. Se trata de un local inmenso en el que nos reciben camareros ataviados con ropajes medievales. Descendemos hasta un sótano con varias estancias y nos sientan en la principal, en una mesa vacía que nos aguarda y que resalta entre el resto de ellas, atestadas a estas horas.
El sitio está muy bien
ambientado dentro de la temática que simula, con armas, escudos y blasones
colgando de las paredes. En algunos puntos hay fuentes de piedra para que los
comensales se laven las manos antes de degustar las viandas. Y es que aquí se
come al estilo medieval, sin cubiertos a excepción de cuchillos para trocear la
carne; las manos son las herramientas. Mientras ordenamos la comanda asistimos
a diversos espectáculos que amenizan a turistas y húngaros, presentes en el
local: malabaristas, actores simulando lucha con espadas….
Estoy sobre aviso del tamaño desproporcionado de las raciones así que le comento a mis compañeros que pidamos con mesura: un par de platos para 4 comensales debería ser suficiente, aunque somos 12. La cerveza es servida en jarras de barro, con un aspecto más medieval que las de cristal y son dispensadas por camareras con atuendos de antiguas taberneras que dejan al aire sus vientres. Cuando llega la comida nos quedamos boquiabiertos y constatamos que nos hemos excedido, incluso a pesar de nuestra templanza a la hora de pedir. Habíamos ordenado comida para 8 personas pero creo que si hubiéramos pedido para 6 habríamos tenido suficiente. Y eso contando que somos gente de buen comer. En fuentes de madera y sobre camas de guarnición de verdura descansan enormes porciones de codillos, pato, filetes, solomillos, pollo…. Simplemente podemos hacer una cosa: comer. Al final damos buena cuenta de casi todo, únicamente queda algo de carne en una de las bandejas y bastante guarnición en general.
La cuenta asciende a un total de 71.130 HUF por la cena de 12 personas, que pago con tarjeta (poco más de 21 euros por comensal). Cuando abandonamos un local semivacío nos perdemos por otras estancias distintas a la gran sala alargada en la que hemos cenado. Merece la pena venir a este sitio. Aparte de las actuaciones y espectáculos en vivo, aparte de las generosas raciones de la comida, merece la pena venir por la variedad de la decoración en las múltiples salas y plantas con las que cuenta. Ambientes más festivos y llenos de jolgorio y como contraposición otros más resguardados de la gente y con una atmósfera más tranquila que si así lo decidimos puede llegar a ser lúgubre y tétrica. Todo depende de nuestros gustos.
El plan inicial era alargar la velada tomando algo después de cenar pero la tropa está molida después de este día largo e intenso. Deambulamos por las vacías calles de Pest y nos separamos camino de nuestros apartamentos. Mañana cruzaremos de nuevo el río; visitaremos Buda.
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